El kéfir está de moda. Y como todo lo que se pone de moda, también llegan los rumores. Pero antes de entrar en pánico por los peligros del kéfir, respiremos hondo y pongamos las cosas claras.
¿Hay riesgos reales?
Para la mayoría de las personas sanas, el kéfir es totalmente seguro y muy beneficioso. Sin embargo:
- Puede causar leves molestias digestivas al principio, como gases o hinchazón. Esto es normal cuando tu microbiota se está reequilibrando.
- En personas inmunocomprometidas (como quienes están bajo tratamiento oncológico), siempre es mejor consultar al médico antes de introducir probióticos.
- Algunas personas intolerantes a la lactosa pueden presentar molestias con kéfires tradicionales. Por suerte, los kéfires con cultivos vivos (como el nuestro) ayudan a digerir la lactosa, por lo que suelen ser bien tolerados.
¿Qué dicen los estudios?
Los estudios respaldan la seguridad del kéfir en general. De hecho, se ha demostrado que el consumo regular de kéfir:
- Mejora la tolerancia digestiva.
- Fortalece el sistema inmune.
- No genera efectos secundarios relevantes en personas sanas.
El verdadero peligro no es el kéfir. Es consumir productos de baja calidad o mal conservados, con cepas inactivas o contaminadas. Por eso, elegir bien es fundamental.
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Y gracias al proceso de liofilización:
- Los probióticos se conservan sin necesidad de frío.
- Se mantienen activos hasta llegar a tu intestino.
- No hay riesgo de fermentaciones incontroladas o pérdida de eficacia.
En resumen:
El peligro real no es el kéfir. Es perderte la experiencia de cuidar tu salud intestinal de una forma rica, placentera y sin remordimientos. Porque cuidarte, darling, debería sentirse así de bien.